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La prostituta que volvió loco de amor al rey de Macedonia

Demetrio I, un aguerrido militar conocido como Poliorcetes, ganó la mayoría de batallas a las que se enfrentó, pero frente a la seducción de la cortesana ateniense Lamia se sintió indefenso y sucumbió a todos sus encantos
Uno de los más grandes y famosos generales de la antigüedad fue Demetrio, quien tras numerosísimas victorias consiguió conquistar importantes ciudades-Estado y acabó convirtiéndose en rey de Macedonia.

Evidentemente también sufrió alguna que otra derrota, siendo la más famosa de ellas la que tuvo lugar en el año 305 a.C. en la isla de Rodas cuando pretendía invadir ésta y se encontró con una firme defensa de los rodios a pesar de llevar un gran ejército y utilizar una impecable estrategia militar. Como resultado de esa derrota los habitantes de la isla decidieron levantar la impresionante escultura conocida como ‘el coloso de Rodas’, considerada como una de las Siete maravillas del mundo antiguo.

Gracias a sus innumerables victorias, Demetrio I de Macedonia recibió el apelativo de ‘Poliorcetes’, que a menudo acompañaba su nombre y cuyo significado era ‘asediador de ciudades’, debido a las muchas que conquistó.

Al igual que otros muchos importantes hombres de Estado que ha habido en la Historia, Demetrio también tuvo su punto débil: las mujeres.

Se casó hasta en cinco ocasiones, una de ellas con Lanassa la esposa repudiada de su enemigo Pirro de Epiro, consiguiendo así hacerse con la propiedad y control de la estratégica e importante isla de Corfú (por aquel entonces llamada Córcida).

Pero quien realmente volvió loco de amor al rey macedonio fue Lamia, una mujer mayor que él, cuya belleza estaba por debajo de otras muchas mujeres de la época pero que supo conquistarlo y enamorarlo gracias a la gran habilidad que tenía para seducir y conversar.
Aunque cuando conoció a Lamia ésta ya se dedicaba a la prostitución como hetaira (nombre que recibían en la Antigua Grecia las cortesanas que se dedicaban a prostituirse con personas importantes) Lamia había empezado como auletrida (flautista) tocando en grandes espacios, pero con los años acabó como cortesana debido al enorme éxito que tenía con los hombres, quienes deseaban estar con ella ya no solo por dominar las artes amatorias y complacerlos sexualmente, sino porque era una grandísima conversadora, sabiendo debatir y razonar sobre temas que en aquellos tiempos eran exclusivos de los hombres.

La mayoría de historiadores señalan que Demetrio conoció a Lamia cuando ésta iba a bordo de uno de los barcos de Ptolomeo, enemigo del rey macedonio, aunque no saben con exactitud el motivo por el que viajaba en él.

Tras conocerla y quedar prendado por completo de ella, Demetrio de Macedonia no pudo resistirse a darle todos los caprichos que le pidió, llevando la amante del rey una vida mucho más lujosa que las propias esposas e hijos.

Según cuentan algunas crónicas, era tal la fama que tenía Lamia que llegaban importantes y ricos clientes de otras poblaciones que estaban dispuestos a pagar el precio que ella pusiese con tal de pasar una noche juntos. Como es de imaginar su tarifa era desorbitante, pero no solo para los clientes, sino que también para el propio rey, quien llegó a cobrar un impuesto a los atenienses para tener suficiente liquidez económica con el fin de que la cortesana llevase una vida llena de lujos y caprichos.

Pero al contrario de lo que podríamos pensar que los habitantes de Atenas se sintiesen molestos por tener que pagar nuevos impuestos para mantener a Lamia, la mayoría de ellos se sentían orgullosos de ver que una ateniense hubiese conquistado el corazón del rey de Macedonia. Hay quien apunta que incluso llegaron a levantarle un templo en su honor.

Todo parece indicar que Lamia falleció sobre el año 303 a.C. y algunos son los relatos de la época que explican cómo Demetrio lloró amargamente su muerte. Según algunas fuentes, tuvieron una hija a la que llamaron Fila.

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