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Científicos que sueñan con extraterrestres

El descubrimiento de fenómenos astronómicos inexplicados, como la extraña estrella que esta semana mantuvo en vilo a los terrícolas, reviven cada tanto las especulaciones de los científicos sobre la vida extraterrestre y alimentan fantasías de los neófitos.
KIC 8462852, una misteriosa estrella de luminosidad anormal causó revuelo en la comunidad de astrónomos y las redes sociales.

Todo partió de la interpretación del fenómeno por un astrónomo norteamericano, Jason Wright. Al no poder darle una justificación natural, emitió la hipótesis de que las fluctuaciones irregulares de luminosidad pudiesen ser "compatibles con megaestructuras". De origen extraterrestre, por supuesto.

El artículo de Jason Wright "es muy sólido", aseguró a la AFP Jean Schneider, del Observatorio de París. "Los autores son muy serios en este campo" y "su hipótesis era coherente".

Steve Howell, responsable científico de la misión del telescopio espacial Kepler de la Nasa, se mostró más escéptico: "decir inmediatamente que se trata de extraterrestres es tirado de los pelos", dijo, en un correo dirigido a la AFP.

Desde entonces, las especulaciones fueron creciendo hasta evocar una nave espacial, una construcción o una flota extraterrestre.

"Fenómenos extraños, en astronomía, los hay desde hace tiempo", destaca Jean Schneider. "De parte de los científicos, hay una reflexión sobre los extraterrestres que es pertinente, para nada ilógica ni delirante", agrega el astrónomo.

 Astrónomos con imaginación

 
CoRoT29B fue otro ejemplo. Este planeta, cuyo diámetro parece variar con el tiempo, es un desafío a nuestro entendimiento. Para el astrónomo norteamericano Jason Wright, es el signo de la presencia de una esfera de Dyson.

La esfera de Dyson es una idea desarrollada por el gran físico Freeman Dyson en 1960. A la búsqueda de un medio para localizar civilizaciones extraterrestres muy avanzadas y hambrientas de energía, especula que serían capaces de construir una esfera que rodee su estrella para absorberla.

Desde entonces, los astrónomos siguen buscando esferas de Dyson. ¿Descabellado? "Podría ser real", acota Jean Schneider.

Los fenómenos astronómicos sin explicación siempre estimularon la imaginación.

En 1877, la observación de la superficie de Marte con telescopio revela anchas líneas oscuras. Giovanni Schiaparelli y Percival Lowell, dos astrónomos muy serios, opinan que una civilización adelantada puede haber emprendido la construcción de un vasto sistema de irrigación para luchar contra la desertificación.

Sin embargo, en 1909, un nuevo telescopio permite obtener imágenes más nítidas del planeta rojo. Fue el fin del sueño: no hay rastros de canales, el origen de las líneas es natural.

Aún hoy, la policía en Francia sigue acumulando testimonios de platos voladores y envían los más creíbles al Centro nacional de estudios espaciales franceses (CNES) que los analizan.

La cuestión es que los científicos no quieren cerrarse ninguna puerta. Irán hasta la búsqueda de eventuales objetos artificiales construidos por extraterrestres, que se encontrarían en órbita alrededor de las estrellas. Escrutan el Universo a la búsqueda de una actividad inteligente, como una frecuencia de radio o un rayo láser.

En 1967, los radioastrónomos Jocelyn Bell y Antony Hewish detectaron una señal desconocida. Para algunos, su extrema regularidad hace pensar en extraterrestres.

La señal será denominada, durante un tiempo, LGM-1, por Little Green Men-1 (pequeños hombres verdes). Pero al adquirir más conocimientos, se identificó rápidamente a esta señal como originada por un pulsar.

En julio pasado, un proyecto de investigación no humana, denominada Breakthrough Listen, fue lanzado por la muy seria Royal Society Science Academy de Londres. Un proyecto científico dotado con 100 millones de dólares.

Sin olvidar a los investigadores del Instituto SETI (Search for Extraterrestrial Intelligence) de California, que desde hace 50 años apunta con sus radiotelescopios hacia las estrellas, a la búsqueda de señales de otras civilizaciones.

Regularmente, "hay que hacerse la pregunta de la existencia de otras civilizaciones. Es algo lógico", estima Jean Schneider, "no hay nada desde un punto de vista científico que permita descartar su existencia".

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