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El voraz apetito sexual de la abeja reina

  • Al macho de una especie animal se le suele considerar como más promiscuo que la hembra. Sin embargo, el voraz apetito sexual de la abeja reina desmitifica esa percepción.
Al hablar de sexo, el mito sostiene que las hembras en el reino animal son pasivas y monógamas.

Se dice que los machos buscan aparearse con múltiples hembras para aumentar sus posibilidades de tener descendencia.

A la vez, pensamos que las hembras son naturalmente más selectivas porque invierten una mayor energía en tener hijos, sin que tener más de un compañero sexual incremente sus posibilidades de reproducirse.

Esos son algunos de los conceptos más profundamente arraigados de la biología evolutiva. Se trata, también, de nociones equivocadas.

Paradigma errado

El mito del macho promiscuo y apasionado frente a la hembra tímida y exigente está basado en lo que algunos han llamado el paradigma Darwin-Bateman.

"Las hembras, por otra parte, con excepciones muy raras, son tímidas y se esfuerzan… para escapar del macho", apuntó Darwin.En su obra "El origen del hombre y la selección en relación al sexo", Charles Darwin –uno de los fundadores de la teoría de la evolución– describió cómo los machos tenían "fuertes pasiones" y "buscaban ansiosamente" hembras.

Luego, en 1948, el genetista inglés Angus John Bateman publicó un experimento, ahora famoso, en el que se colocaron dentro de un frasco un número igual de machos y hembras de la mosca de la fruta.


Tras un experimento con moscas, Bateman concluyó que había una mayor variabilidad, tanto en el éxito reproductivo como de apareamiento, entre los machos.

El científico escogió moscas con mutaciones tales como alas rizadas, ojos pequeños y pelos gruesos para encontrar una forma de determinar el origen de la cría resultante.

La conclusión de Bateman fue que había una mayor variabilidad, tanto en el éxito reproductivo como de apareamiento, entre los machos y que aparearse con múltiples parejas aumentaba sus posibilidades de pasar sus genes, lo cual no era el caso de las hembras.

Mito desmontado

Durante décadas esas ideas influyeron marcadamente en los biólogos evolucionistas, si bien hubo ejemplos de especies donde las observaciones de los roles sexuales de Darwin-Bateman arrojaron resultados opuestos.

Patricia Adair Gowaty, de la Universidad de California, en Los Ángeles, repitió el experimento original, apuntando que los métodos de Bateman sólo podían identificar a los padres, si la cría tenía las mutaciones tanto del padre como de la madre.Sin embargo, quizás lo más sorprendente de todo es que no fue hasta la publicación de dos estudios, en 2007 y 2012, cuando se mostró que las conclusiones de Bateman estuvieron basadas en métodos de experimentación y estadística que tenían fallos.

Y añadió que los datos aportados por Bateman solo serían exactos, si esos descendientes eran tan viables como aquellos con una mutación o ninguna, que finalmente no lo eran.

Todo lo cual significa que los resultados de Bateman y las conclusiones basadas en ellos estaban equivocados.

Reina del sexo

Y eso nos conduce, apropiadamente, al caso de las abejas domésticas o melíferas.

A temprana edad, la abeja reina hace vuelos para aparearse y copula con múltiples zánganos que mueren cuando depositan sus espermatozoides.


La abeja reina guarda el esperma y lo va usando durante toda su vida.Los científicos creen que la promiscuidad de la reina ayuda a mejorar la resistencia ante enfermedades, al estimular la diversidad genética

Y se ha mostrado que las abejas obreras, en colmenas de reinas con más parejas, construyen una mayor cantidad de panales.

Se considera que esa promiscuidad de la reina ayuda a mejorar la resistencia ante enfermedades, al estimular la diversidad genética.

Estando en la Universidad de Florida, EE.UU. el entomólogo Héctor Cabrera-Mireles revisó los estudios para identificar al insecto más poliándrico, es decir, la especie en la que las hembras copulan con una mayor cantidad de machos.

No es de extrañar que su investigación se concentrara en la abeja melífera.

Así constató que la europea se aparea hasta 20 veces y la asiática hasta 30.

Sin embargo, Cabrera-Mireles encontró que la Apis dorsata, la abeja gigante del sur y del sureste de Asia era la más poliándrica de todas.

Un estudio de una huella de ADN determinó que las hembras tenían hasta 53 parejas.

Hay que acotar que la hembra del escarabajo azul de la asclepia ha tenido un registro de hasta 60 apareamientos, pero fue descalificada por Cabrera-Mireles porque esta cifra incluyó apareamientos múltiples con el mismo macho.

Fuente: BBC mundo

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