Este hecho propició que Henri Landru, un ambicioso y despiadado tipo que tenía delirios de grandeza y que hasta la fecha se había ganado la vida realizando estafas de poca consideración, tramase todo un plan para poder aprovecharse de las desconsoladas viudas, sacarles todo el dinero y posteriormente deshacerse de ellas.
Unos años antes ya había intentado hacer algo similar contestando un anuncio publicado en un periódico en el que una acaudalada viuda buscaba compañía. Landru se presentó a la cita y estuvo cortejándola durante un tiempo, mientras le iba sacando parte de su dinero a base de promesas de matrimonio (se calcula que fue alrededor de 20.000 francos, una autentica fortuna para la época). La mujer finalmente descubrió el engaño y lo denunció. No fue a prisión debido a que las pruebas en su contra no tenían demasiada relevancia.
A lo largo de todos aquellos años, Henri Landru estuvo madurando la forma de llevar a cabo su engaño de una forma perfecta e intentando dejar el mínimo rastro posible.
Se dio cuenta que muchas eran las mujeres que, tras enviudar debido a la guerra, ponían anuncios en la prensa con la intención de encontrar un nuevo esposo. En la mayoría de casos se trataba de viudas relativamente jóvenes y con hijos pequeños a su cargo, por lo que, para ellas, era importante contar con la presencia de un nuevo marido.
Landru contestó algunos de esos anuncios, pero quiso ir un poco más allá. Se inventó una identidad falsa y fue él quien puso varios anuncios en el parisino periódico Le Journal presentándose como Raymond Diard, inspector del servicio nacional de Correos, viudo de 43 años, padre de dos hijos y económicamente solvente (en realidad utilizó alrededor de noventa seudónimos diferentes).
Su anuncio fue respondido por docenas de mujeres que querían conocerlo y comenzar una relación con fines matrimoniales.
Evidentemente Landru fue haciendo una criba de todas las solicitudes que recibió e investigó la solvencia económica de aquellas candidatas que más le interesaban.
Empezó a contactar con ellas, comenzando una relación de cortejo y seducción, las enamoraba y, cuando conseguía apoderarse de su dinero, asesinaba, descuartizaba y se deshacía de los restos incinerándolos en la chimenea o en el horno de su casa.
Poco después decidió trasladarse a vivir a una casa a las afueras de París debido a que el bloque de pisos en el que vivía había demasiado tránsito de vecinos. Para tener mucha más intimidad de cara a sus propósitos alquiló una casa en Chantilly, poco después se trasladó a Vernouillet y finalmente a la población de Gambais, a una cincuentena de kilómetros al Oeste de la capital francesa, donde cometió la mayoría de sus crímenes.
Unos años antes ya había intentado hacer algo similar contestando un anuncio publicado en un periódico en el que una acaudalada viuda buscaba compañía. Landru se presentó a la cita y estuvo cortejándola durante un tiempo, mientras le iba sacando parte de su dinero a base de promesas de matrimonio (se calcula que fue alrededor de 20.000 francos, una autentica fortuna para la época). La mujer finalmente descubrió el engaño y lo denunció. No fue a prisión debido a que las pruebas en su contra no tenían demasiada relevancia.
A lo largo de todos aquellos años, Henri Landru estuvo madurando la forma de llevar a cabo su engaño de una forma perfecta e intentando dejar el mínimo rastro posible.
Se dio cuenta que muchas eran las mujeres que, tras enviudar debido a la guerra, ponían anuncios en la prensa con la intención de encontrar un nuevo esposo. En la mayoría de casos se trataba de viudas relativamente jóvenes y con hijos pequeños a su cargo, por lo que, para ellas, era importante contar con la presencia de un nuevo marido.
Landru contestó algunos de esos anuncios, pero quiso ir un poco más allá. Se inventó una identidad falsa y fue él quien puso varios anuncios en el parisino periódico Le Journal presentándose como Raymond Diard, inspector del servicio nacional de Correos, viudo de 43 años, padre de dos hijos y económicamente solvente (en realidad utilizó alrededor de noventa seudónimos diferentes).
Su anuncio fue respondido por docenas de mujeres que querían conocerlo y comenzar una relación con fines matrimoniales.
Evidentemente Landru fue haciendo una criba de todas las solicitudes que recibió e investigó la solvencia económica de aquellas candidatas que más le interesaban.
Empezó a contactar con ellas, comenzando una relación de cortejo y seducción, las enamoraba y, cuando conseguía apoderarse de su dinero, asesinaba, descuartizaba y se deshacía de los restos incinerándolos en la chimenea o en el horno de su casa.
Poco después decidió trasladarse a vivir a una casa a las afueras de París debido a que el bloque de pisos en el que vivía había demasiado tránsito de vecinos. Para tener mucha más intimidad de cara a sus propósitos alquiló una casa en Chantilly, poco después se trasladó a Vernouillet y finalmente a la población de Gambais, a una cincuentena de kilómetros al Oeste de la capital francesa, donde cometió la mayoría de sus crímenes.
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