En 1943, un destructor de la Armada de los Estados Unidos, con toda su tripulación, fue sometido a una secreta prueba que lo hizo invisible y hasta lo teletransportó. Un caso de increíbles resultados, que fue ocultado sistemáticamente por todos los gobiernos yanquis.
Mucho se ha hablado y escrito al respecto. Existen voluminosos libros que dan cuenta del hecho, que grafican claramente que el suceso existió... Pero, como casi siempre, la Marina de los Estados Unidos negó la existencia de tal experimento, y siguió haciéndolo cuando se desclasificaron documentos referidos a sus actividades.
Lo cierto es que Experimento Filadelfia, también conocido como Arcoiris, es la carátula que recibió un increíble proyecto secreto llevado a cabo por la Marina estadounidense en los astilleros navales de la citada ciudad norteamericana, en el estado de Pensilvania. Allí se intentó, con cierto éxito, hacer invisible y teletransportar un enorme destructor de la flota yanqui, incluida su tripulación; el experimento tuvo inquietantes derivaciones que fueron férreamente ocultadas por la comandancia, y que con el correr de las décadas sigue negando.
El hombre invisible
El hombre invisible
En 1933 se estrenó “El hombre invisible”, un filme de ciencia ficción dirigido por James Whale, sobre la novela homónima de H. G. Wells. Basado en esa película o en cuestiones de índole militar, camino a la Segunda Guerra Mundial, la Marina norteamericana comenzó a trabajar, a través de sus científicos, ingenieros e investigadores, en medio del más absoluto secreto, en la factibilidad de hacer invisible un avión o un buque.
A investigar
Objetivo militar clave
El USS Eldridge, un enorme buque de guerra, fue especialmente acondicionado para poder transportar toneladas de equipamiento electrónico, entre el que se incluirían dos enormes generadores de 75 kV cada uno, montados en el lugar que debería ocupar la torreta de cañones de proa, y que distribuían su potencia a través de cuatro bobinas montadas en cubiertaAsimismo, tenía tres transmisores RF de dos megavatios cada uno, 3000 tubos amplificadores 6L6 (empleados para canalizar los campos de las bobinas de los dos generadores), circuitos de sincronización y modulación.
¿Y todo para qué? La idea era por demás clara: generar campos electromagnéticos masivos que, correctamente configurados, fueran capaces de curvar las ondas de luz y de radios alrededor del buque para poder hacerlo invisible, aun con la tripulación a bordo y en funciones.
A probar se ha dicho
Es entonces cuando las investigaciones se ocultaron lo más posible. Las pruebas habrían comenzado, según testimonios de algunos marines afectados al proyecto, durante el verano de 1943, y hasta cierto punto tuvieron éxito al principio. Se confirmó que el 22 de julio de 1943 una prueba volvió al USS Eldridge casi totalmente invisible, con algunos testigos informando de una niebla de tono verdoso. Lo que apenas se divulgó es que muchos miembros de la tripulación se quejaron de haber padecido náuseas posteriormente.
Por entonces, el experimento habría sido alterado a petición de la comandancia de la Marina, dado que la única intención pasaba por hacer al enorme navío invisible a los radares enemigos. Fue así que se redireccionó el calibrado del enorme equipo y el experimento se reiteró el 28 de octubre de 1943. Esa vez sí, el Eldridge no solo se desvaneció a la vista de los observadores e investigadores, sino que de hecho desapareció del área “como si fuera un relámpago azul”, según cita alguna de las publicaciones de quienes investigaron el fenómeno. Simultáneamente, en la base naval de Norfolk, Virginia, a 600 kilómetros de distancia, un tripulante en sus costas declaró haber visto al Eldridge durante quince minutos, al final de los cuales desapareció, para volver a aparecer en Filadelfia, en sus coordenadas originales, lo que habría sido el primer caso de un objeto de semejantes dimensiones invisibilizado y accidentalmente teletransportado.
Conclusiones
Los reales motivos de las pruebas
Desde siempre, el hombre ha intentado alcanzar objetivos difíciles de realizar. No solamente en lo que respecta a avances que eleven la calidad de vida, algo que efectivamente parece haber hecho bien, sino también logrando proezas que le resultan casi imposibles. Por ejemplo, las mujeres y hombres no podemos volar como lo hacen las aves. Pero, a través de inventos, que elevaron la condición humana, desde el aeroplano, pasando por aviones y helicópteros, o en su versión más aventurera, a través del parapente, ha logrado emular a los animales. Y así se podrían enumerar las diferentes formas en las que el humano, con inventiva, desarrollo y resolución, elevó enormemente casi todas sus condiciones. Sin embargo, hay cuestiones que continúan en la lista de “faltantes” y que no ha podido resolver, aunque lo haya intentado.
El llamado Experimento Filadelfia hay que enmarcarlo en ese contexto: buscar la invisibilidad y la teletransportación, como medio defensivo u ofensivo para la guerra, o para los vuelos interestelares, algo que sí podría resultar clave para hacer grandes travesías y conquistar el espacio. Dos cuestiones que, a la vista de lo sucedido con el experimento de 1943, si se siguió investigando, ya en el mayor de los secretos
Ocultar la historia, a cualquier costo
Ocultar la historia, a cualquier costo
El caso del Experimento Filadelfia generó un encendido debate que llegó inclusive al Senado de los Estados Unidos, dado que mientras algunas personalidades de la ciencia y la investigación prefirieron el silencio, otros pocos, como Morris K. Jessup, iniciaron una encendida denuncia del hecho, inclusive aportando pruebas y documentación de que el proyecto existió, de que oscuros intereses buscaron denodadamente trabar sus denuncias y todo terminó de la peor manera. En la década del 50 e inicio de los 60, el debate sobre la existencia de los llamados inicialmente “platos voladores” fue rotundamente negado por las fuerzas armadas, y Jessup fue un acérrimo defensor de la teoría ovni. A él le llegaron dos informes, de un talCarl Allen (o Carlos Allende, nunca quedó claro), que detallaban cada uno de los casos, y que estaban originados en archivos ultrasecretos del mismísimo gobierno estadounidense. Sin embargo, antes de morir sospechosamente envenenado, Jessup descubrió que las direcciones del tal Allen eran inexistentes, y que nadie se reportaba con su nombre, relacionado con el tema...
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