- Carlos Chaguaceda recopila los estudios y experimentos científicos más curiosos sobre las emociones
Cerebro y corazón.
LA FELICIDAD DE LOS ESPAÑOLES
Teniendo en cuenta todos los aspectos de su vida, ¿se considera usted una persona feliz?Durante el otoño de 2013, la empresa Ipsos Mori hizo esta pregunta a más de 16.000 personas de 20 naciones desarrolladas. El 77% respondió que sí. Si miramos los resultados por países, España es la nación con menos ciudadanos felices de las que participaron en esta encuesta, sin relación con el libro de Carlos Chaguaceda. Un 59% de los españoles declaró sentirse feliz, frente a un 41% que dijo ser infeliz. Los suecos encabezan la lista de ciudadanos felices (88%). Les siguen Canadá (86%), Australia (85%), Sudafrica, Bélgica y EEUU (83%). Junto con España, los porcentajes más bajos se dieron en Corea del Sur (64%), Japón (65%) y Rusia (66%). Según esta encuesta, más de la mitad de los entrevistados preferiría que su vida fuera más simple.
La ciencia lleva siglos intentando descifrar su funcionamiento para entender cómo los seres humanos percibimos lo que ocurre alrededor, tomamos decisiones o nos relacionamos con los demás. El estudio de nuestras emociones ha dado un gran salto en las últimas décadas gracias al desarrollo de tecnologías y nuevas técnicas que están permitiendo tanto medir las respuestas fisiológicas de nuestro organismo hacia estímulos y situaciones, como empezar a entender el complejo funcionamiento del cerebro.
El consultor y periodista Carlos Chaguaceda (León, 1966) ha seleccionado algunos de los estudios y experimentos que están empezando a establecer las bases científicas y neurológicas que influyen en nuestra capacidad para disfrutar de la vida. Los ha recopilado en El mono feliz. Descubre cómo la ciencia explica nuestras emociones (Editorial Plataforma Actual), una obra prologada por Eduardo Punset. Según relata, algunos de estos experimentos, -«generalmente ingeniosos, curiosos y muchos de ellos divertidos»-, los puso en práctica con sus conocidos.
«Las emociones son parte de la esencia de la especie humana. La empatía forma parte de nuestra historia evolutiva. Y si estamos donde estamos, es porque hemos sabido cooperar», sostiene. El altruismo, asegura, es tan necesario como el egoísmo para sobrevivir. «Somos la especie más capaz de interpretar las emociones de los demás, aunque estén a miles de kilómetros de distancia, como vemos con el fútbol. No es casualidad que las emociones se contagien y los pensamientos no».
Dice Chaguaceda que hablar de felicidad «está tan de moda, y hay tantas iniciativas de marketing para promoverla, que corremos el riesgo de devaluarla». Pero, ¿acaso otro libro sobre felicidad no contribuye a ello? El periodista afirma rotundo que no estamos ante un nuevo libro de autoayuda: «Se trata de una obra de divulgación. Recopila una serie de aprendizajes de la ciencia sobre cómo funciona nuestro cerebro. Se relatan de una forma relajada y extendida, acompañados de los estudios que avalan esa creencia».
Su interés por las emociones y el cerebro, «ese lugar extraordinario», comenzó cuando Chaguaceda, consultor especializado en comunicación y marketing, se puso al frente del Instituto Coca-Cola de la Felicidad en España (hasta diciembre fue director de comunicación de esa empresa, en la que trabajó durante una década): «Tuve la fortuna de adquirir vivencias muy interesantes y enriquecedoras, y de conocer a personas muy inteligentes, que fomentaron mi curiosidad».
El consultor y periodista Carlos Chaguaceda (León, 1966) ha seleccionado algunos de los estudios y experimentos que están empezando a establecer las bases científicas y neurológicas que influyen en nuestra capacidad para disfrutar de la vida. Los ha recopilado en El mono feliz. Descubre cómo la ciencia explica nuestras emociones (Editorial Plataforma Actual), una obra prologada por Eduardo Punset. Según relata, algunos de estos experimentos, -«generalmente ingeniosos, curiosos y muchos de ellos divertidos»-, los puso en práctica con sus conocidos.
«Las emociones son parte de la esencia de la especie humana. La empatía forma parte de nuestra historia evolutiva. Y si estamos donde estamos, es porque hemos sabido cooperar», sostiene. El altruismo, asegura, es tan necesario como el egoísmo para sobrevivir. «Somos la especie más capaz de interpretar las emociones de los demás, aunque estén a miles de kilómetros de distancia, como vemos con el fútbol. No es casualidad que las emociones se contagien y los pensamientos no».
Dice Chaguaceda que hablar de felicidad «está tan de moda, y hay tantas iniciativas de marketing para promoverla, que corremos el riesgo de devaluarla». Pero, ¿acaso otro libro sobre felicidad no contribuye a ello? El periodista afirma rotundo que no estamos ante un nuevo libro de autoayuda: «Se trata de una obra de divulgación. Recopila una serie de aprendizajes de la ciencia sobre cómo funciona nuestro cerebro. Se relatan de una forma relajada y extendida, acompañados de los estudios que avalan esa creencia».
Su interés por las emociones y el cerebro, «ese lugar extraordinario», comenzó cuando Chaguaceda, consultor especializado en comunicación y marketing, se puso al frente del Instituto Coca-Cola de la Felicidad en España (hasta diciembre fue director de comunicación de esa empresa, en la que trabajó durante una década): «Tuve la fortuna de adquirir vivencias muy interesantes y enriquecedoras, y de conocer a personas muy inteligentes, que fomentaron mi curiosidad».
El autor afirma que la ciencia ha mostrado cómo en la felicidad influyen tres tipos de componentes, que él desgrana en el libro: los que vienen de los genes, del entorno y los que surgen de nuestra actitud. «Ninguno de ellos actúa en solitario y es la combinación de todos la que produce el resultado final», señala. Hasta qué punto influye cada uno de estos tres aspectos no está claro y los porcentajes varían según los autores: «Lo relevante es que, ya que sobre los genes no podemos actuar, trabajemos nuestra actitud», sugiere el autor, que se considera «escéptico de pensamiento y vitalista en actitud».
El papel de la salud, el dinero y el amor en la ecuación de la felicidad son también analizados en el libro. Así, mientras la salud física y la emocional están íntimamente vinculadas, considera que el dinero y los bienes materiales pueden favorecer la felicidad pero, una vez que se logra un nivel relativo de confort, no hay una relación automática entre ambas. Por lo que respecta al amor, afirma que «necesitamos querer y sentirnos queridos para declararnos felices».
Afirma que «somos más intuitivos y emotivos de lo que creemos», pues «cuándo nos preguntan si somos racionales respondemos que sí». Sin embargo, «antes de que tu capacidad analítica entre en funcionamiento, tu cerebro ya ha captado una cantidad brutal de información que te sitúa en una perspectiva subjetiva. Antes de que yo abra la boca, tu cerebro ya me ha catalogado».
'Racionalmente irracionales'
En definitiva, «somos racionalmente irracionales», resume. Hay muchos ejemplos que respaldan esa conclusión. «Los que vieron el debate entre Nixon y Kennedy por televisión dieron como ganador a Kennedy, mientras que los que lo siguieron por la radio dieron por ganador a Nixon. Los candidatos dijeron lo mismo, pero la cantidad de elementos intuitivos, emocionales, que metemos en la ecuación, marcaron la diferencia en la percepción de los ciudadanos». Un caso más reciente es la detención en EEUU de Jeremy Meeks, «el preso guapo», otro ejemplo que, según el autor, muestra cómoencontramos distintas justificaciones para un mismo hecho según de qué persona se trate.
El papel de la salud, el dinero y el amor en la ecuación de la felicidad son también analizados en el libro. Así, mientras la salud física y la emocional están íntimamente vinculadas, considera que el dinero y los bienes materiales pueden favorecer la felicidad pero, una vez que se logra un nivel relativo de confort, no hay una relación automática entre ambas. Por lo que respecta al amor, afirma que «necesitamos querer y sentirnos queridos para declararnos felices».
Afirma que «somos más intuitivos y emotivos de lo que creemos», pues «cuándo nos preguntan si somos racionales respondemos que sí». Sin embargo, «antes de que tu capacidad analítica entre en funcionamiento, tu cerebro ya ha captado una cantidad brutal de información que te sitúa en una perspectiva subjetiva. Antes de que yo abra la boca, tu cerebro ya me ha catalogado».
'Racionalmente irracionales'
En definitiva, «somos racionalmente irracionales», resume. Hay muchos ejemplos que respaldan esa conclusión. «Los que vieron el debate entre Nixon y Kennedy por televisión dieron como ganador a Kennedy, mientras que los que lo siguieron por la radio dieron por ganador a Nixon. Los candidatos dijeron lo mismo, pero la cantidad de elementos intuitivos, emocionales, que metemos en la ecuación, marcaron la diferencia en la percepción de los ciudadanos». Un caso más reciente es la detención en EEUU de Jeremy Meeks, «el preso guapo», otro ejemplo que, según el autor, muestra cómoencontramos distintas justificaciones para un mismo hecho según de qué persona se trate.
Asesor de comunicación de instituciones y compañías, Chaguaceda es consciente de que a la hora de vender un producto o crear una imagen de marca, «las emociones funcionan y la que más funciona es la felicidad». Sin embargo, considera que la capacidad de influir en el consumidor a través de las técnicas de neuromarketing es limitada porque éste «es imprevisible, más de lo que él se cree». «La ciencia nos permite descubrir, valorar, entender cómo funciona esa parte intuitiva, pero no creo que nos permita anticipar cómo nos vamos a comportar. Afortunadamente somos mucho más libres e imprevisibles de lo que creemos. La conclusión es que sí, somos intuitivos, emotivos, irracionales, pero cada uno a su manera».
«La emoción es útil hasta para la memoria», subraya. «Nuestra memoria es engañosa e inexacta, pero todos la damos por buena. Cada vez que sacas un recuerdo, lo reconstruyes. Construyes una historia que es cierta en lo esencial, pero no lo son los detalles. Porque nos acordamos bien lo general pero mal de los detalles. Y recordamos mejor el qué que el cuándo». Y es que, según explica, guardamos en nuestra memoria aquello que tiene asociada una emoción: «Por eso somos capaces de recordar dónde y con quién estábamos en la Final del Mundial, pero no lo que cenamos antes de ayer».
«La emoción es útil hasta para la memoria», subraya. «Nuestra memoria es engañosa e inexacta, pero todos la damos por buena. Cada vez que sacas un recuerdo, lo reconstruyes. Construyes una historia que es cierta en lo esencial, pero no lo son los detalles. Porque nos acordamos bien lo general pero mal de los detalles. Y recordamos mejor el qué que el cuándo». Y es que, según explica, guardamos en nuestra memoria aquello que tiene asociada una emoción: «Por eso somos capaces de recordar dónde y con quién estábamos en la Final del Mundial, pero no lo que cenamos antes de ayer».
LA FELICIDAD DE LOS ESPAÑOLES
Teniendo en cuenta todos los aspectos de su vida, ¿se considera usted una persona feliz?Durante el otoño de 2013, la empresa Ipsos Mori hizo esta pregunta a más de 16.000 personas de 20 naciones desarrolladas. El 77% respondió que sí. Si miramos los resultados por países, España es la nación con menos ciudadanos felices de las que participaron en esta encuesta, sin relación con el libro de Carlos Chaguaceda. Un 59% de los españoles declaró sentirse feliz, frente a un 41% que dijo ser infeliz. Los suecos encabezan la lista de ciudadanos felices (88%). Les siguen Canadá (86%), Australia (85%), Sudafrica, Bélgica y EEUU (83%). Junto con España, los porcentajes más bajos se dieron en Corea del Sur (64%), Japón (65%) y Rusia (66%). Según esta encuesta, más de la mitad de los entrevistados preferiría que su vida fuera más simple.
Fuente: elmundo.es
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