La intensidad del campo geomagnético de la Tierra ha estado descendiendo durante los últimos 200 años, a un ritmo que algunos científicos sospechan que podría llevar a que tocase fondo en un plazo de unos 2.000 años, dejando temporalmente al planeta sin protección ante las dañinas partículas cargadas del Sol.
La ilustración muestra que las auroras alcanzarán latitudes más
cercanas al ecuador, como consecuencia de que la intensidad
del campo geomagnético sea mucho más baja que la actual.
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Con el campo geomagnético debilitado, una mayor radiación solar podría provocar efectos nocivos para la salud, como por ejemplo inducir la aparición de mutaciones genéticas, y también podría dañar los aparatos electrónicos sensibles, como marcapasos, e incluso ciertas infraestructuras como redes de suministro eléctrico. Una inversión podría también desorientar a los animales migratorios que se guían por el campo magnético terrestre gracias a su percepción sensorial del mismo, a modo de brújula interna.
Según un nuevo estudio realizado por el equipo de Huapei Wang, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en Cambridge, Estados Unidos, el campo geomagnético no está en peligro de invertirse a corto plazo: los investigadores calcularon la intensidad estable media del campo terrestre durante los últimos 5 millones de años, y han encontrado que la actual duplica aproximadamente a la media histórica.
Esto indica que la intensidad actual del campo tiene aún un largo camino de descenso antes de alcanzar un nivel inestable que lleve a una inversión.
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