¿Qué le hacen las ciudades a los pájaros?

Los pájaros no están hechos para vivir en la ciudad. Ningún animal, en realidad. Pero con las aves, al menos, lo sabemos. Dos artículos recientes lo dejan muy claro, cada uno centrándose en una especie distinta – y no podrían ser más diferentes: gorriones en un caso, halcones en el otro – pero en ambos casos demostrando cómo cambian sus comportamientos en entornos urbanos.

Vamos a empezar con el caso más sencillo. En el artículo publicado en la revista Biology letters la especie estudiada es el gorrión melódico (Melospiza melodia). Este pequeño pájaro vive tanto en zonas rurales como urbanas. Pero no lo hace de la misma manera.

Cuando encuentra un territorio en entornos urbanos, se vuelve mucho más agresivo. La manera en la que han podido demostrarlo es bastante elegante y sencilla. Lo que han hecho los investigadores ha sido reproducir el canto de un macho, y comprobar la reacción de los gorriones de la zona. La cantidad de ataques en zonas urbanas es muy superior.

La explicación que han encontrado los científicos es sencilla. En el campo, los gorriones tienen más espacio, aunque menos recursos. Así que la necesidad de defender un territorio es menor. En cambio, en las ciudades el espacio escasea, aunque los recursos sean mucho mayores.

Dicho así, parece que es la cantidad de territorio la que les hace más agresivos. Pero la verdadera razón es el estrés. En núcleos con poblaciones humanas el estrés – tanto directo, al interactuar con seres humanos, como indirecto por la luz constante, ruidos, contaminación y demás – es mucho más alto.

Los mejores territorios son aquellos donde el impacto es menor, y la motivación para defenderlos más alta. Vaya, que el estrés vuelve más agresivos a los gorriones, dicho de manera sencilla.

¿Y qué hay de los halcones? 

El segundo artículo se centra en la población de halcón peregrino (Falco peregrinus) que vive en Chicago. Y en la manera en que forman parejas. Porque la fidelidad o infidelidad dice mucho del comportamiento general de una especie. Más que nada, porque se trata de su estrategia reproductiva, el punto más importante de comportamiento.

Las poblaciones naturales de halcón peregrino viven en riscos y zonas montañosas, y forman parejas monógamas de por vida. Bueno, más o menos. Cuando el número de individuos es bajo, lo que ocurre en las poblaciones naturales, se dan este tipo de parejas y estrategias reproductivas.

Pero si la población aumenta, la infidelidad también lo hace. No de manera alarmante – pocos individuos cambian su estrategia – pero sí lo suficiente como para que tenga un impacto en el conjunto de halcones. Y en pocos sitios hay poblaciones más elevadas que en sitios como Chicago, donde se han reintroducido los halcones de manera “artificial” – esto es, ha sido el ser humano quien los ha criado.

Además, Chicago está en plena ruta migratoria hacia Canadá. Dos veces al año pasan bandadas de halcones por la ciudad, o cerca de ella. Lo que da más oportunidades a los halcones para ser infieles, y levantar el vuelo con su nueva pareja – o bien asentarse en la ciudad.

Pero, y ahí está la sorpresa, no es esto lo que ocurre. Las parejas de halcones de Chicago son muy fieles. De hecho, tan fieles o incluso más que las que se dan en entornos naturales donde las poblaciones son bajas. A pesar de haber más individuos, la monogamia se extiende y afianza.

En definitiva, se confirma que los pájaros, bien sean pequeños y se alimenten de granos e insectos, o bien aves rapaces y grandes cazadoras, adaptan su forma de vivir a la ciudades.

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