Los científicos han recurrido al empleo de modelos de estudio animales o cultivos celulares para buscar las claves genéticas de la longevidad
Los factores que influyen en la longevidad de personajes centenarios como la francesa Jeanne Louise Calment -quien murió por causas naturales a los 122 años de edad, en 1997- siguen siendo un enigma para la ciencia.
Aunque originalmente se exploró la relación entre dieta y estilo de vida, el hecho de que hayan existido decenas de centenarios que crecieron en condiciones muy diversas en todo el mundo ha llevado a los investigadores a hurgar en las diferencias de su constitución genética.
Sin embargo, por las implicaciones éticas y la dificultad técnica que conlleva experimentar con humanos, los científicos han recurrido al empleo de modelos de estudio animales o cultivos celulares para buscar las claves genéticas de la longevidad.
Tal es el caso de Alexander de Luna Fors, adscrito al Laboratorio Nacional de Genómica para la Biodiversidad del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Langebio-Cinvestav) de la Unidad Irapuato en México, quien con su grupo ha logrado identificar en levaduras de cerveza un par de reguladores genéticos que controlan el envejecimiento celular: el SWR1 y ARV1.
El especialista en biología de sistemas genéticos consideró que el aumento en la expectativa de vida humana –en México el promedio pasó en un siglo de 34 a 74 años– ha sido un gran logro, pero al mismo tiempo plantea grandes retos de salud, pues con la edad aumenta la frecuencia de enfermedades neurodegenerativas como Alzheimer, cáncer o diabetes.
Ante ello, dijo, otra meta que se busca es aumentar no solo la cantidad de años vividos, sino la calidad de vida en los individuos longevos. “Hay procesos celulares que aceleran o retrasan el envejecimiento, así que identificarlos en humanos podría ayudar a lograr una vejez sana”.
Puso como ejemplo las investigaciones a nivel endocrinológico realizadas en individuos que padecen progeria (envejecimiento prematuro) así como en el extremo contrario, en personas que presentan el Síndrome de Laron, el cual pese a producir enanismo se asocia con juventud celular.
En integrantes de poblaciones con síndrome de Laron en Ecuador –todos ellos longevos y con rasgos como inmunidad al cáncer y la diabetes– los investigadores han detectado modificaciones celulares que luego fueron reproducidas en modelos de estudio celular con levaduras.
“Las vías de censado de nutrientes que indican a las células que deben crecer están alteradas en estos individuos; eso los hace ser bajos en talla, pero mantiene completamente activos sus mecanismos de reparación celular”, explicó el especialista del Cinvestav.
“Esto es un ejemplo claro de cómo una modificación genética muy particular puede investigarse en un organismo simple como la levadura y después ‘traducirse’ en células humanas”, comentó Alexander de Luna.
Aunque originalmente se exploró la relación entre dieta y estilo de vida, el hecho de que hayan existido decenas de centenarios que crecieron en condiciones muy diversas en todo el mundo ha llevado a los investigadores a hurgar en las diferencias de su constitución genética.
Sin embargo, por las implicaciones éticas y la dificultad técnica que conlleva experimentar con humanos, los científicos han recurrido al empleo de modelos de estudio animales o cultivos celulares para buscar las claves genéticas de la longevidad.
Tal es el caso de Alexander de Luna Fors, adscrito al Laboratorio Nacional de Genómica para la Biodiversidad del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Langebio-Cinvestav) de la Unidad Irapuato en México, quien con su grupo ha logrado identificar en levaduras de cerveza un par de reguladores genéticos que controlan el envejecimiento celular: el SWR1 y ARV1.
“Se ha intentado identificar variantes de genes en individuos centenarios que luego puedan mapearse. Ahí es donde resulta importante tomar un organismo simple como la levadura, en la cual podemos modificar genes análogos a los humanos para ver si están involucrados en la regulación de la longevidad", explicó el académico del Cinvestav.De Luna Fors recordó que ya en 1957 el genetista George Williams reconoció que el estudio de la vejez ha sido relegado por los biólogos evolucionistas debido a su asociación con la degeneración y la muerte.
El especialista en biología de sistemas genéticos consideró que el aumento en la expectativa de vida humana –en México el promedio pasó en un siglo de 34 a 74 años– ha sido un gran logro, pero al mismo tiempo plantea grandes retos de salud, pues con la edad aumenta la frecuencia de enfermedades neurodegenerativas como Alzheimer, cáncer o diabetes.
Ante ello, dijo, otra meta que se busca es aumentar no solo la cantidad de años vividos, sino la calidad de vida en los individuos longevos. “Hay procesos celulares que aceleran o retrasan el envejecimiento, así que identificarlos en humanos podría ayudar a lograr una vejez sana”.
Puso como ejemplo las investigaciones a nivel endocrinológico realizadas en individuos que padecen progeria (envejecimiento prematuro) así como en el extremo contrario, en personas que presentan el Síndrome de Laron, el cual pese a producir enanismo se asocia con juventud celular.
En integrantes de poblaciones con síndrome de Laron en Ecuador –todos ellos longevos y con rasgos como inmunidad al cáncer y la diabetes– los investigadores han detectado modificaciones celulares que luego fueron reproducidas en modelos de estudio celular con levaduras.
“Las vías de censado de nutrientes que indican a las células que deben crecer están alteradas en estos individuos; eso los hace ser bajos en talla, pero mantiene completamente activos sus mecanismos de reparación celular”, explicó el especialista del Cinvestav.
“Esto es un ejemplo claro de cómo una modificación genética muy particular puede investigarse en un organismo simple como la levadura y después ‘traducirse’ en células humanas”, comentó Alexander de Luna.
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