El aumento continuado de la temperatura del agua ha alterado la estructura y la función de los ecosistemas marinos de todo el mundo. En el Atlántico norte su efecto ha sido incluso mayor, con aumentos de hasta 1,3 ºC en la temperatura media de los últimos 30 años.
Hasta ahora, los científicos no habían logrado probar si los cambios observados en los la fisiología de los pelágicos eran resultado directo de la temperatura del agua o si se debía a los cambios en las comunidades planctónicas, sus principales presas, que también se han visto afectadas por el calentamiento global y han cambiado su distribución y su abundancia.
El nuevo estudio, publicado en Global Change Biology y que ha desarrollado modelos estadísticos para la zona del mar del Norte, confirma la gran importancia de la temperatura marina. “Se han incluido series temporales de zooplancton y datos de la temperatura superficial del mar para determinar cuál fue el factor causante de estos patrones”, señala a Sinc Ignasi Montero-Serra, autor principal del estudio e investigador en el departamento de Ecología de la Universidad de Barcelona.
Para demostrar las consecuencias del calentamiento del agua, el equipo de investigación analizó 57.000 censos de peces de la pesca comercial realizados de forma independiente a lo largo de la plataforma continental europea entre los años 1965 y 2012, extraídos de los datos públicos facilitados por el Consejo Internacional para la Exploración de los Océanos (ICES).
El trabajo, el primero que se realiza a gran escala temporal y espacial, permite entender las dinámicas de estas especies en relación al rápido calentamiento de los océanos que se viene produciendo desde la década de los 80.
Los resultados revelan que las sardinas y otros peces –que cuentan con ciclos de vida rápido, fase larvaria planctónica, y baja dependencia del hábitat– son altamente vulnerables a cambios en la temperatura de los océanos, por lo que representan “un bioindicador excepcional para medir la dirección y velocidad del cambio climático que se espera en un futuro reciente”, apunta Montero-Serra.
Con el aumento acelerado de la temperatura en los mares continentales, las sardinas y las anchoas –con una distribución típicamente más subtropical– han aumentado su presencia en el mar del Norte, “incluso entrando en el mar Báltico”, asegura Montero-Serra, quien recoge que las especies con una distribución más boreal –como el arenque o el espadín– han disminuido su presencia.
El análisis demuestra así “una clara señal de subtropicalización” en la composición de las especies del mar del Norte y el mar Báltico, “donde las sardinas, las anchoas, la caballa y el jurel, más afines a elevadas temperaturas, han incrementado su presencia”, apunta el investigador.
Esto se debe a que los peces pelágicos son muy dependientes de las temperaturas ambientales en diferentes etapas de su vida: desde las migraciones reproductivas y las puestas de huevos, hasta el desarrollo y la supervivencia de las larvas.
Según los investigadores, los cambios en este grupo ecológico tan importante “repercutirán en la estructura y funcionamiento de todo el ecosistema”. El experto advierte que los pueblos costeros altamente dependientes de estos recursos pesqueros “deberán adaptarse a los nuevos contextos ecológicos y a las posibles consecuencias de estos cambios”, aunque aún se desconoce la magnitud de las repercusiones socioeconómicas y ecológicas.
Fuente: SINC
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