Esposo de Nefertiti y padre de Tutankamón, su reinado estuvo signado por una profunda revolución religiosa que hizo tambalear al poderoso imperio.
Akenatón y Nefertiti intentaron reemplazar el vasto panteón de dioses por un culto monoteísta dedicado a la adoración de Atón, dios del Sol y creador del Universo. Para ello ordenaron la destrucción de todos los santuarios dedicados a otras deidades e incluso mudaron la capital del imperio, históricamente emplazada en la ciudad de Tebas, hasta Amarna, donde en pocos años construyeron un suntuoso poblado y lujosos palacios de adoración al nuevo dios.
La acumulación de poder, hizo tambalear las bases mismas de la nación. El ejército dedicado a perseguir la rebeldía religiosa, no estaba en condiciones de ahuyentar los ataques hititas; y los antiguos sacerdotes, resentidos tras su desplazamiento, urdían oscuros planes para acabar con el nuevo reinado.
Tras una serie de catástrofes familiares, y en medio de una cruel epidemia, Akenatón murió y su hijo Tutankamón tomó posesión del trono. El nuevo faraón deshizo las reformas de su padre y llevó al imperio a un nuevo período de esplendor.
Fuente: tu history
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