Durante muchos años, los arqueólogos se han preguntado cómo es posible que una ciudad con un tamaño similar al área metropolitana de Nueva York y que llegó a albergar a cerca de un millón de habitantes acabase convertida en ruinas y engullida por la selva. Una teoría de la que se hace eco el blog «Agencia Tigris» intenta arrojar algo de luz sobre esta cuestión.
Según numerosos historiadores, el esplendor del Imperio jemer se asentó sobre su dominio del agua. Originalmente la llanura de Angkor estaba ocupada por espesas junglas que se inundaban tras las lluvias monzónicas. Los jemeres construyeron una extensa red de canales y embalses para gestionar toda esta agua, de forma que podían evitar las inundaciones a la vez que abastecían enormes extensiones dedicadas al cultivo de arroz y acumulaban reservas hídricas para la estación seca.
Esta red de canales, que llegó a alcanzar superar los mil kilómetros de conductos, es posiblemente la obra de ingeniería más avanzada de su época. Sin embargo, estos grandes avances fueron posiblemente los culpables del colapso del imperio pocos años después de alcanzar su máximo apogeo.
Para poder construir su gran capital y los asentamientos circundantes, además de las plantaciones de arroz necesarias para alimentar a una población cada vez más numerosa, los jemeres tuvieron que deforestar casi toda la llanura de Angkor. La ausencia de árboles rompió el ciclo natural de las lluvias, generando épocas de sequías y lluvias más torrenciales en la época del monzón. Estos violentos aguaceros, unidos a la deforestación, erosionaron el suelo convirtiéndolo en inservible para la agricultura.
Además, los sedimentos que arrastraba el agua acabaron cegando muchos de los canales e incluso algunos de los inmensos embalses, dejándolos completamente inservibles. Tras soportar varias décadas en estas condiciones, la red hídrica de Angkor acabó colapsándose. Sin posibilidad de cultivar, sus habitantes se vieron obligados a abandonar la inmensa ciudad. Poco a poco, las ruinas de Angkor fueron devoradas por la selva y la inmensa capital del Imperio jemer cayó en el más absoluto de los olvidos.
Fuente: www.abc.es
Esta red de canales, que llegó a alcanzar superar los mil kilómetros de conductos, es posiblemente la obra de ingeniería más avanzada de su época. Sin embargo, estos grandes avances fueron posiblemente los culpables del colapso del imperio pocos años después de alcanzar su máximo apogeo.
Para poder construir su gran capital y los asentamientos circundantes, además de las plantaciones de arroz necesarias para alimentar a una población cada vez más numerosa, los jemeres tuvieron que deforestar casi toda la llanura de Angkor. La ausencia de árboles rompió el ciclo natural de las lluvias, generando épocas de sequías y lluvias más torrenciales en la época del monzón. Estos violentos aguaceros, unidos a la deforestación, erosionaron el suelo convirtiéndolo en inservible para la agricultura.
Además, los sedimentos que arrastraba el agua acabaron cegando muchos de los canales e incluso algunos de los inmensos embalses, dejándolos completamente inservibles. Tras soportar varias décadas en estas condiciones, la red hídrica de Angkor acabó colapsándose. Sin posibilidad de cultivar, sus habitantes se vieron obligados a abandonar la inmensa ciudad. Poco a poco, las ruinas de Angkor fueron devoradas por la selva y la inmensa capital del Imperio jemer cayó en el más absoluto de los olvidos.
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