El cementerio municipal “San Agustín” de la ciudad de Frías tiene una particularidad: se levanta muy cerca de donde nacieron los primeros caseríos en la zona conocida como El Remansito y que dieron lugar a lo que luego fue Villa Únzaga y posterior y definitivamente la ciudad, tras el paso del primer ferrocarril. Por ende, es una zona muy rica en lo que se refiere a aparecidos y “cosas que se mueven”, relatos que han pasado a formar parte del folclore popular, siempre presentes en esas ruedas de amigos o en familia.
Una de esas leyendas habla sobre un pequeño bebé cuyo llanto desgarrador se puede escuchar en esas frías tardes de invierno cuando arrecia el viento sur. Cuenta la historia que el pobre angelito, que no llegó a recibir el bautismo, fue picado en un descuido por una peligrosa víbora que lo mató en el acto con su poderoso veneno. Se dice que la pequeña alma sigue vagando en busca del Sacramento para poder descansar en paz. Algunos testigos manifiestan haber oído el llanto de un niño en cercanías de un determinado monumento, que era acompañado por el ruido de unas pesadas cadenas arrastradas con mucho esfuerzo. Si bien no existen testimonios que indiquen haber visto la aparición espectral, los relatos señalan que el fenómeno puede ser escuchado hasta por el más descreído.
La “Mujer de blanco”
Otro de los relatos es el de la eterna novia de blanco. Cuentan que no hace muchos años, corrió por la ciudad una historia que puso los pelos de punta a más de uno. Unos obreros se encontraban realizando tareas en un monumento de una típica familia de la ciudad. Los tres trabajadores apuraban las cucharas porque a las 6 en punto los encargados del cementerio cerraban las puertas hasta el otro día. De repente, uno de los obreros pudo observar el desplazamiento de una hermosa mujer de larga cabellera negra, ataviada con un vestido de novia y portando un ramo de flores. No caminaba, flotaba a unos centímetros del suelo, según el relato.
La mujer o lo que fuera, nunca estuvo de frente a los obreros y ante la pregunta de uno de ellos de qué hacía allí por el cementerio que ya cerraba, la mujer, que se paseaba entre las tumbas, desapareció en una de ellas. Hacia allí fueron y grande fue la sorpresa cuando vieron ahí una foto grisácea y corrompida por el tiempo, donde estaba la mujer que habían visto, la reconocieron por su abundante cabellera y el pomposo vestido. Además, el ramo que llevaba lucía seco y sus pétalos eran sólo recuerdos. Ante esta visión, los tres trabajadores se fueron del lugar sin hacer tiempo de recoger sus herramientas de trabajo, claramente espantados por el momento vivido.
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