“La idea nace de que el cerebro es una computadora biológica, con cien billones de neuronas cuyas conexiones sinápticas actúan como redes de información”, señalan los expertos, y aseguran que la experiencia humana es el resultado de los efectos de la gravedad cuántica sobre los microtúbulos, en un proceso denominado reducción objetiva orquestada (Orch-Or).
Mientras que cierto consenso científico considera que la conciencia surgió como una propiedad evolutiva de los organismos biológicos, la teoría Orch-Or asegura que la conciencia es en realidad una característica intrínseca de la acción de un universo no computable.
“En una experiencia cercana a la muerte, por ejemplo, los microtúbulos pierden su estado cuántico, pero la información dentro de ellos no se destruye. Es decir, que en términos comprensibles, el alma no muere, sino que vuelve al universo”, aseguran los científicos.
Además, sostienen que, al momento de morir, “el corazón deja de latir, la sangre deja de fluir, los microtúbulos pierden su estado cuántico. La información cuántica en los microtúbulos no se destruye; no puede ser destruida; simplemente se distribuye y se disipa por el universo”.
Fuente: History
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