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Los verdaderos Grinch de la historia

Son casos reales. Algunos eran siquiatras, otros reverendos, oficiales de guerra y hasta Djs. Esta es una lista de personas que durante la historia quisieron, tal como el personaje ficticio, robarse la Navidad (o acabar con ella).

Oliver Cromwell: Una década sin Navidad

Durante 13 años en Londres no se pudo cantar villancicos. Los árboles se guardaron o quemaron, los adornos quedaron en una caja llena de polvo o los soldados los sacaban. En Inglaterra la Navidad se prohibió entre 1647 y 1660. El mito es que fue el político y estratega inglés del siglo XVII, Oliver Cromwell, quien abolió la celebración. Lo cierto es que no fue él directamente quien lo impuso, pero sí el movimiento que él lideró. Y claro, una decisión que aceptó incluso cuando en 1653 se convirtió en Lord Protector (título para jefes de Estado).

Criado en un ambiente protestante y puritano, las celebraciones de Pascua las encontraba inmorales y paganas. Fue así que mientras lideraba el poder, las misas del 25 de diciembre eran rápidamente reprimidas por los soldados. Incluso, las tiendas tenían que abrir y las personas ir a trabajar. Así, el 25 comenzó a ser un día laboral más. Dos años después de su muerte, en 1960, cuando asumió el poder el rey Carlos II, se permitió volver a celebrar las navidades con “exuberancia”... Y así lo hicieron.

Dick Whittinghill: El Dj que censuró a Elvis

En octubre de 1957 Elvis Presley lanzó su álbum de Navidad con las canciones Blanca Navidad o Vuelve a casa por Navidad. Sin embargo, en el estado de Los Angeles, Estados Unidos, la propagación de este disco no fue lo que esperaban los productores.

Elvis podía ser Elvis, pero Dick Whittinghill no era cualquier Dj. Durante más de 20 años gobernó las ondas de radio del sur de California y como gran conocedor de la música, fue el DJ con mejores calificaciones y hasta con una estrella en el Paseo de la Fama. Pero también con una postura clara: no pasaría las canciones navideñas de Elvis.

El creía que exponer a la juventud de Los Angeles a las versiones de Presley sería como “traer a Tempest Storm (famosa bailarina de cabaret de la época) a dar regalos de Navidad a mis hijos”, según se afirma en el libro Anti Rock, de Linda Martin y Kerry Segrave. Pero no fue el único. El mismo compositor de la canción Blanca Navidad, Irving Berlin, después de escuchar el cover de su canción hecho por el Rey del Rock, encontró que era “un sacrilegio” e hizo una campaña para que las radios la prohibieran. Sin embargo, a pesar de su acérrima campaña, la versión de Presley encabezó los Billboard.

Reverendo Paul Nedergaard: El Viejo Pascuero es pagano

Era la víspera de Pascua de 1958 y en Dinamarca se encendieron las alarmas tras los dichos de Paul Nedergaard, un clérigo de Copenhague que trató al Viejo Pascuero de un “duende pagano”.

Siendo religioso, le molestaba que esta celebración se centrara más en la imagen de un mito que en la del nacimiento de Jesús. Sin embargo, la frase de “duende pagano” la dijo luego que su molestia se convirtiera en indignación al enterarse de que se estaban recaudando fondos para una organización benéfica de Dinamarca a través de estampillas que tenían la imagen del Viejo Pascuero. “Estas estampillas tienen un símbolo de un duende pagano. Usted debe negarse a comprarlas. Encuentre otra forma de ayudar a la organización”, declaró. Muchos protestaron en Copenhague en contra de sus declaraciones, según el libro Todo acerca de la Navidad.

Brock Chisholm: El doctor que odiaba al Viejo Pascuero

Entre los canadienses, Chisholm no es recordado por haber sido un destacado siquiatra de la primera mitad del siglo XX o por haberse convertido en el primer director de la OMS. Para los canadienses, Chisholm es “El hombre Santa Claus”, según cuenta en su libro John Farley, autor de Brock Chisholm, La Organización Mundial de la Salud y la Guerra Fría. O mejor dicho, es recordado por ser el hombre que quiso acabar con el Viejo Pascuero.

A mediados del siglo XX, siendo viceministro de Salud, se ganó su apodo. En un discurso afirmó que cualquier niño que cree en este mito tendrá su “capacidad de pensar destruida para siempre”. A renglón seguido, fue más duro: “Puede usted imaginar a un niño de cuatro años, que es llevado a creer que un hombre de la talla del Viejo Pascuero es capaz de subir por una chimenea. Y que puede recorrer todo el mundo distribuyendo toda una noche regalos a todo el mundo”.

El sostenía que la creencia de estos personajes destruía la realidad y traería una difícil adaptación a la vida “tal como es”. Por lo tanto, terminó su discurso enfatizando cuál sería, según él, la consecuencia a futuro para los niños: “Se convertirán en hombres con úlceras a los 40, que desarrollarán un dolor de espalda cuando hay un trabajo difícil de hacer y que se negarán a pensar en términos realistas cuando la guerra amenace”.

Incluso días después, a pesar del revuelo causado, siguió firme a su discurso diciendo que “era un delito contra la paz”. El discurso del Viejo Pascuero, según el autor de su biografía, lo persiguió el resto de su vida y pasó a ser “El hombre de Santa Claus”.

El fin de la tregua que terminó la celebración

“Nos dimos la mano, nos desearon feliz Navidad y pronto estábamos conversando como si nos conociéramos desde hace años. Estábamos frente a sus alambrados y rodeados de alemanes”, recordó en algún momento John Ferguson, quien fue capitán de una de las tropas inglesas que en 1914 luchaba en plena Guerra Mundial contra los alemanes. Pero ese día de Pascua no estaba solo, cerca de 100 hombres hicieron una tregua improvisada, sin autorización, en medio de una guerra en la que murieron 14 millones de personas.

Durante toda esa noche dejaron de lado las armas y rieron, compartieron cigarros, alcohol y se intercambiaron regalos. “El inglés trajo una pelota de fútbol de sus trincheras y muy pronto se hizo un juego. Era maravilloso y extraño”, recordó el fallecido Kurt Zehmisch, teniente de infantería alemán. Sin embargo, no todos vieron con buenos ojos esta paz momentánea. Adolf Hitler, que estaba como voluntario en un regimiento bávaro, criticó a sus compañeros. “Tales cosas no deberían pasar en tiempos de guerra. Acaso a ustedes, alemanes, ¿no les queda nada de sentido de honor?”, dijo.

El 26, temprano en la mañana, terminó la paz. “He dado órdenes estrictas de que en ningún caso se le permitiera relación con las tropas enfrentadas. Para terminar la guerra rápido, debemos mantener el espíritu de lucha y desalentar el intercambio amistoso”, recordó el general británico sir Horace Smith Dorrien. Sin embargo, no fue el único que acabó con la paz. Los cuarteles generales respectivos ordenaron el regreso de su gente a las trincheras.

Así recordó un capitán el fin de la paz: “A las 8.30 disparé tres tiros al aire y puse una bandera de Feliz Navidad. Un alemán puso una hoja que decía “gracias”. El disparó dos tiros al aire. La guerra seguía”.


Fuente: latercera.com

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