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Los Manuscritos de Nag Hammadi

Los Manuscritos de Nag Hammadi, conocidos también como Biblioteca de Nag Hammadi, son una colección de textos, en su mayor parte adscritos al Cristianismo Gnóstico Primitivo, descubiertos cerca de la localidad de Nag Hammadi, a unos 100 km de Luxor, en el Alto Egipto, en diciembre de 1945.​


 
Se trata de doce códices de papiro encuadernados en piel, y los restos de un décimo tercero, cuidadosamente guardados en una jarra de cerámica sellada escondida en una gruta próxima (en el macizo montañoso de Jabal al-Tarif), encontrados casualmente por un campesino llamado Muhammad Alí al-Samman.​

Fueron escritos en copto entre los siglos III y IV d. C. El más conocido de los manuscritos, el Evangelio de Tomás, contiene traducciones de textos que ya estaban presentes en el Papiro 1 de Oxirrinco, fechado en el año 250.​

El hallazgo de los manuscritos de Nag Hammadi en 1945 constituye, junto con los Manuscritos de Qumrán, el más grande descubrimiento de textos antiguos de la Edad Contemporánea. El descubrimiento de estos textos influyó de manera significativa los estudios modernos sobre el cristianismo primitivo y el gnosticismo.

Los códices de Nag Hammadi se encuentran en la actualidad en el Museo Copto de El Cairo, Egipto.

El cristianismo primitivo y el movimiento gnóstico de la misma época

Aunque los manuscritos de Nag Hammadi fueron escritos en copto entre los años 350 d.C. y 400 d.C., se estima que los originales griegos de los que fueron copiados, ya perdidos, son por lo menos de la segunda mitad del primero o de mediados del segundo siglo, cuando aún vivían los apóstoles directos de Cristo. Pertenecen a una etapa inicial del cristianismo en la que apenas se vislumbraba una futura escisión con el judaísmo y los grupos iniciáticos de entonces se estaban envolviendo con el cristianismo. Son contemporáneos de la fase en que se formaron las doctrinas cristianas, cuando estas se cristalizaron en sacramentos, ritos, dogmas y estructuras administrativas, para atender a un mayor número de seguidores.

Agregándose a la antigüedad de estos documentos el hecho de que sobrevivieron durante casi 16 siglos sin sufrir alteraciones, a diferencia de lo que sucedió con los libros canónicos en sus diferentes versiones, podemos entender la relevancia de tal descubrimiento para los estudiosos y las personas religiosas, en general.

¿De quiénes eran los manuscritos?

Podríamos pensar que había uniformidad, por lo menos en la esencia de la doctrina, entre las comunidades cristianas primitivas, pero en realidad, ellas también enfrentaban muchas dificultades para comunicarse debido a cuestiones geográficas, el miedo, la falta de medios de comunicación en la época. Ellas vivían cerradas en sí mismas, muchas veces aisladas, recibían solamente visitas ocasionales, lo que hacía que con frecuencia desarrollaran doctrinas paralelas, rituales distintos, prácticas que chocaban entre sí. Dan testimonio de ello las advertencias, recomendaciones y quejas de Pablo en sus Cartas, así como las herejías que la naciente Iglesia declaraba, las persecuciones y hasta los acuerdos que hacía con ciertos grupos para llegar a una coexistencia aceptable.

El acervo de Nag Hammadi perteneció posiblemente a una de esas muchas comunidades de mujeres y varones dedicados a la vida monástica establecidas en el Alto Egipto a mediados del tercer siglo, que en su caso se guiaban por preceptos y procedimientos gnósticos.

Viendo la historia nos damos cuenta de que hubo centenas de variaciones del cristianismo primitivo, pero ninguna fue tan duramente combatida por la Iglesia primitiva como el gnosticismo, lo que demuestra la importancia y la fuerza de ese movimiento y las diferencias fundamentales que se estaban estableciendo entre la jerarquía de la corriente cristiana que tenía interés en definirse y organizarse con más poder y actuación en lo terrenal, y la gnóstica, que consideraba que los medios y fines eran la transformación interior.

A fin de definir términos centrales de este trabajo diremos que Gnosis es sinónimo de conocimiento y, en consecuencia, un proceso permanente de búsqueda, de auto iluminación, que no pertenece ni se subordina a esta o aquella corriente filosófica o religiosa, porque las trasciende.

Cuando el cristianismo surgió, la gnosis ya existía como un amplio movimiento de firme tradición de autonomía e independencia, al mismo tiempo que a veces también se interesaba en determinados aspectos de algunas doctrinas o conceptos, llegando a identificarse con ellos, pero sin pasar a formar parte de las instituciones que los formulaban y propagaban.

Esto nos lleva a considerar que el gnosticismo que se menciona en el contexto del cristianismo primitivo en el lapso de 120 a 240 d.C. fue uno de esos momentos históricos; esto es, el movimiento se acopló al cristianismo naciente, pero decidido a preservar su propia autonomía intelectual y su identidad, como ya había sucedido en otras ocasiones.

La gnosis encontró en las enseñanzas de Jesús conceptos universales afines con los postulados básicos indispensables al proceso de auto iluminación, meta final de sus aspiraciones, y gracias a esto ocurrió en cierto momento una convergencia y aproximación. Sin embargo, siendo más antigua e independiente del cristianismo, nunca formó parte de él.

Se puede decir que vino de un pasado en el que ya tenía su historia, y se identificó con el cristianismo por un período; pero con la gradual e irreversible transformación del cristianismo en la institución que es la Iglesia, se hicieron evidentes sus diferencias y desaparecieron las afinidades.

En esa época la Iglesia ya había optado por una base amplia, numérica y leal, que no cuestionara sus postulados ni a sus jerarcas, y que estuviera dispuesta a apoyar la consolidación de su autoridad política. También había cierta unanimidad sobre la inclusión en el canon de los quatro evangelios oficiales (aunque su confirmación como canónicos, ocurrió en el siglo IV y la lista oficial de libros del Nuevo Testamento solo adquirió carácter dogmático en el Concilio de Trento, en 1546).

El gnosticismo (temporal, relacionado con el cristianismo) fue entonces declarado herético y los gnósticos fueron perseguidos. Sin embargo estos no se consideraban, y realmente no eran, heréticos, por la sencilla razón de que nunca habían estado dentro de la Iglesia.

Mientras duró la relación con el cristianismo, el movimiento gnóstico siguió con los postulados básicos de su visión filosófica, encaminada a la búsqueda del conocimiento liberador, y desinteresado, por tanto, del montaje de sistemas jerárquicos institucionales, manteniéndose cualitativo en la inclusión de nuevos miembros, que deberían llegar sin que se hiciera cualquier tipo de proselitismo.

Es de notarse que el número de adeptos al gnosticismo aumentó justamente cuando la Iglesia naciente comenzó a reformular prácticas y postulados del cristianismo primitivo para afirmarse como poder político, lo que lleva a suponer que muchos estaban rechazando esa nueva orientación. Al aumentar el interés por el gnosticismo, este se perfiló como oponente de la Iglesia, tanto más poderoso cuanto más era buscado.

Se cree que fue por aquellos tiempos tumultuosos que una de esas comunidades, ubicada en la región de Nag Hammadi, en la previsión de una posible persecución o invasión, enterró su valiosa biblioteca a fin de preservarla.

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