Los resultados del estudio son sorprendentes, pero no por el mecanismo. Que los virus, a los que no se puede considerar estrictamente seres vivos, sean capaces de mantenerse suspendidos en el aire era previsible. A fin de cuentas, tienen un peso mínimo, ya que en la mayor parte de los casos no son más que una molécula genética recubierta de unas pocas proteínas.
Lo que sí llama la atención es el número. Estamos hablando de cerca de 800 millones de virus por metro cuadrado cada día, un número realmente sorprendente. Que, por suerte y a pesar de lo elevado, no supone un riesgo para la salud.
Y no lo supone principalmente porque no es algo nuevo. No se trata de una nueva dinámica o patrón en la que la civilización moderna haya influido. Los motivos para que esto ocurra tienen que ver con la circulación atmosférica, patrones que existen desde antiguo.
Es cierto que hoy en día esta circulación se ha visto modificada. Y que la presencia de más contaminación ayuda a que haya más virus que hagan el viaje de un lado a otro del planeta. Los virus emplean partículas en suspensión para surfear las corrientes de aire, así que cuantas más se presenten, más podrán usar. Sin embargo, los investigadores no consideran que el aumento de contaminación haya cambiado de manera significativa la cantidad de virus.
Muy bien, pero ¿este estudio tiene alguna implicación directa en la salud, humana o de otros animales? De momento, los investigadores no han dado una respuesta directa. Pero parece que no lo tiene, al menos de manera notable. Como ya hemos comentado, no es un patrón nuevo. Ahora se conoce, pero lleva ocurriendo desde antiguo.
Si queremos buscarle un punto positivo, estas autopistas aéreas de virus hacen que las cepas que encontramos en Canadá y España – dos de los lugares desde los que se ha liderado el estudio – sean las mismas. Lo que permite buscar vacunas y tratamientos iguales, que siempre resulta más efectivo.
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