Los vampiros existen, y pueden ser peligrosos. Al menos eso es lo que se desprende de un artículo aparecido en el último número la prestigiosa publicación «Journal of Psychotherapy and Psychosomatics» («Diario de Psicoterapia y Psicosomática»), en el que cuatro doctores turcos analizan el caso de un «vampiro» real.
Nada que ver con los seres de ultratumba descritos en la mitología, sino que se trata de un compatriota con varios trastornos mentales y una intensa adicción a la ingestión de sangre.
Según esta revista médica, el joven de 23 años –cuya identidad no aparece revelada en el estudio- desarrolló esta patología tras comenzar a hacerse cortes con cuchillas en el pecho, el estómago y los brazos, recoger la sangre en recipientes y bebérselo. Este varón llegó a convencer a su padre para que le consiguiese suministros de un banco de sangre local.
Según esta revista médica, el joven de 23 años –cuya identidad no aparece revelada en el estudio- desarrolló esta patología tras comenzar a hacerse cortes con cuchillas en el pecho, el estómago y los brazos, recoger la sangre en recipientes y bebérselo. Este varón llegó a convencer a su padre para que le consiguiese suministros de un banco de sangre local.
Pero el joven no se conformó con eso, llegando a atacar a otras personas a mordiscos o cuchilladas para beber de las heridas. El equipo de profesionales que le trató, liderado por el doctor Direnç Sakarya, le diagnosticó un trastorno disociativo de identidad, amnesia, trastorno de estrés postraumático, depresión crónica y abuso de alcohol.
«Probablemente debido al ‘cambio’ a otro estado de personalidad, perdía toda memoria de los eventos ‘sangrientos’, no le preocupaba la identidad de la víctima y permanecía amésico a esta parte del acto», se lee en el artículo, titulado «’Vampirismo’ en un caso de Trastorno de Identidad Disociativa y Trastorno de Estrés Post-Traumático».
Pasado traumáticoLos psiquiatras creen que el comportamiento del «vampiro» está relacionado con una serie de sucesos altamente traumáticos ocurridos durante su adolescencia y primera juventud, entre ellos el asesinato de su tío y la muerte de su hija de cuatro meses. También había sido testigo de un crimen, en el que «uno de sus amigos cortó la cabeza y el pene de la víctima».
«Probablemente debido al ‘cambio’ a otro estado de personalidad, perdía toda memoria de los eventos ‘sangrientos’, no le preocupaba la identidad de la víctima y permanecía amésico a esta parte del acto», se lee en el artículo, titulado «’Vampirismo’ en un caso de Trastorno de Identidad Disociativa y Trastorno de Estrés Post-Traumático».
Pasado traumáticoLos psiquiatras creen que el comportamiento del «vampiro» está relacionado con una serie de sucesos altamente traumáticos ocurridos durante su adolescencia y primera juventud, entre ellos el asesinato de su tío y la muerte de su hija de cuatro meses. También había sido testigo de un crimen, en el que «uno de sus amigos cortó la cabeza y el pene de la víctima».
Una trayectoria que coincide con las observaciones de otro estudioso del tema, el psicólogo clínico Richard Noll, que habla de la existencia de un trastorno denominado «vampirismo clínico», que suele desarrollarse en cuatro fases. En la primera, el sujeto suele verse involucrado en algún incidente sangriento. La segunda, de autovampirismo, el individuo descubre el placer derivado de la visión o sabor de su propia sangre. Tras una tercera etapa de zoofagia, en la que la persona ingiere sangre de animales, se pasa a una última fase en la que el paciente pasa a consumir de forma compulsiva la de otros seres humanos. Noll menciona expresamente los bancos de sangre, la existencia, en ocasiones, de donantes voluntarios, o los casos criminales de ataques a otras personas.
En este caso, el «vampiro» se sentía torturado por un «compañero imaginario» que le obligaba a cometer los ataques, y le impulsaba a suicidarse. El artículo describe que, tras el tratamiento, han remitido los impulsos de beber sangre, aunque continúan los síntomas disociativos.
Fuente: abc.es
En este caso, el «vampiro» se sentía torturado por un «compañero imaginario» que le obligaba a cometer los ataques, y le impulsaba a suicidarse. El artículo describe que, tras el tratamiento, han remitido los impulsos de beber sangre, aunque continúan los síntomas disociativos.
Fuente: abc.es
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